Amparo de Flórez Montero de Espinosa
En la pincelada ligera de Amparo de Flórez se evidencia este mismo interés por la observación, la investigación y la expresión íntima de la realidad. Rodeada de naturaleza desde su niñez -como indica la propia artista- le apasiona representarla con los pinceles y óleos. Su mirada se centra en encuadres en los que la naturaleza se muestra desbordante, con infinitos horizontes en los que despuntan hermosas encinas o frondosos arbustos de lilas en una esquina del jardín. Su mirada no pierde detalle, las horas, las estaciones, el paso del tiempo y la meteorología se convierten en actores principales de sus obras, generando atmósferas palpables que nos trasladan al instante. Al sonido de las cigarras y los lagartos sobre el manto seco de hierba en un caluroso agosto en la dehesa, el frescor que se despierta al amanecer cuando un curioso efecto óptico engaña a la vista transformando en azul el agrietado y oscuro tronco de las encinas o el salto de las abejas sobre las hermosas lilas en primavera.
La pintura cobra vida, se despereza de esa asociación estricta con la realidad y aumenta sus capacidades sensoriales, simbólicas, al igual que ocurrió con las composiciones impresionistas. De la misma manera, la pintura se convierte en un espejo de la propia autora, refleja el amor por su tierra, su fascinación por el color y su conocimiento, y el deseo por aprehender cada instante, cada atmósfera, cada sensación sobre el lienzo o una antigua puerta de madera. Por lo que podemos observar en esta muestra, Amparo de Flórez logra resolver y transmitir de una manera muy acertada todas estas cuestiones.
Izaskun Monfort. Crítica y comisaria de arte independiente.